miércoles, 13 de marzo de 2013

 

RESEÑA DEL 13º TOUR PULQUERO: EL REY DEL VALOR
 
 


Por: Paul Jiménez Báez[1] y Rodrigo García

Fotos: Diego A. Mata y Paul Jiménez

 

Colectivo el Tinacal, Pulque Nuestro, Pulquimia y Proyecto Óxido, hicieron de las suyas nuevamente al organizar el primer tour pulquero del año 2013 por los rumbos del popular barrio de Tacubaya. En esta ocasión, tuvo lugar a celebrarse el día sábado 16 de febrero, donde se visitaron tres pulquerías:


- La Gloria (Sóstenes Rocha, esq. Barranquilla, col. Daniel Garza, delg. Miguel Hidalgo)

- La Gloria (Camino Real a Toluca, esq. Ruiseñor, col. Bellavista, delg. Álvaro Obregón)

- Las 4 milpas (Antigua vía a la Venta esq. Michoacanos, col. Isidro Fabela, delg. Álvaro Obregón)

Daban las 11am de la mañana y en la estación del metro Constituyentes se comenzaban a congregar personas ya conocidas, además, de otras que visitaban el tour por primera vez.[2] Una buena cantidad de neutlenautas se dejó llegar para saborear de ese manjar digno de dioses. Mientras Rodrigo AKA el cancerbero de la experiencia,[3] se adelantó a la primera pulquería a visitar, para supervisar que todo estuviera en óptimas condiciones para recibir a nuestros invitados.

A los 25 minutos después de la hora, nos dispusimos a salir de las tremendas profundidades del la línea 7, tal y como lo hicimos en el tour pasado (que fue en la zona de la Pensil). De hecho, unas tomas muy similares de la gente ascendiendo de las escaleras eléctricas se pudieron tomar. Una vez en la entrada del metro, Ulises Ortega AKA el gurú de la tomadera, nos compartió datos históricos sobre la zona de Tacubaya, destacando las batallas y la toponimia. Yo me limité a agregar otros significados de Tacubaya, así como reflexionar sobre la construcción de la zona y ampliación urbana mediante ejes viales y segundos pisos, que además de comunicar, también sirven para marginar a las zonas populares.
 
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Salimos del metro y la colonia Daniel Garza en su sector “ampliación” nos recibía con un poco de frío. Mientras nos dirigíamos a La Gloria, pasamos por la casa-taller del arquitecto Luis Barragán. Hicimos una pequeña escala en dicho inmueble que es la única “casa-habitación” en América Latina con el título de patrimonio de la humanidad. Ángel Alemán AKA el sensei de amor, dio una breve explicación del inmueble que por fuera luce descuidado.
 


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Después de caminar unos cuantos metros, llegamos al periférico con su segundo piso y triste color gris que combinaba con el cielo. Nuestro primer destino se encontraba del otro lado del peligroso arroyo vehicular. Cruzamos de manera temeraria mediante un puente hechizo. Más de uno pensó que se podía desbaratar en cualquier momento. Parecía incluso que quienes construyeron el puente se burlaban de nosotros, lo comento por el letrero con la leyenda “PRECAUCIÓN. Use el pasamanos al subir o bajar por las escaleras”, y ¡ningún pasamanos había!

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Incluso, se rescató un celular que había caído. El contingente de sedientos asistentes pulqueros, se detuvo por unos minutos, pero la operación del rescate del teléfono, fue exitosa. Mientras caminábamos por la calle que nos lleva justo a la esquina donde se encuentra La Gloria, dos caras conocidas se asomaban por las puertas de vaivén de la pulquería: Rodrigo y Lalo AKA el hombre más guapo del Perú.



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En la primer pulquería la jicarera, conocida por el rumbo como la “Pájara”,  nos esperaba con un sorprendente menú de curados: vino tinto-clericot (que nos advirtió, tenía un poco de Bacardí), pepino y mamey. Todo traído desde Apan, Hidalgo.  El natural francamente no era espectacular, pero saciaba las tremendas ganas de octli. De repente una figura conocida atravesó el departamento de mujeres en uso para traer el primero de innumerables –como los centzontotochtli– guisados: Don Ramón Moyeda, quien además es propietario de De Puro Vacilón.
 
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Cual niño rata, fui por las papas enchiladas[4] y luego por las migas, mientras Rodrigo por las tortillas. Nos expropiamos la olla para colocarla en la mesa que está en la segunda pieza de la pulquería. Los asistentes no pudieron resistir a probar dichos platillos que dicho sea paso, se llevan muy bien con el pulque. Probé las migas por primera vez en la vida.

A pesar de que no hay rocola en esta pulquería, la convivencia no se vio mermada en ningún momento. Aprovechando que la música no podía interrumpir las palabras, se armó un momento de convivencia íntima entre todos los asistentes. Me explico: se invitó a las personas a comentar sobre sus experiencias con el pulque y demás. Como es bien sabido, muchos asistentes jóvenes tuvieron su primer acercamiento con el pulque gracias a sus abuelos. Dicha afirmación, sirvió para que Nelly comentara sobre la “generación perdida” de nuestros padres en los asuntos pulqueros. Una asistente, amiga de Ulises, señaló algo por demás importante: el hecho de que también se debe considerar la parte negativa del pulque y la pulquería, es decir, los problemas de su abuso y los problemas sociales y familiares que puede generar. Sin embargo, dicho comentario donde – digamos – se hace alusión a “la parte oscura” del pulque, me motivó a realizar una reflexión ante la atención de la concurrencia: “Yo creo que lo importante aquí es tener muy clara la diferencia entre el uso y el abuso del alcohol, entre el estilo de vida y la enfermedad”. Desatándose los aplausos de la gente.

Dicho momento de conocernos y platicar entre los asistentes, hacía varios tours que no se realizaba por dos motivos: la música, el ruido y la algarabía no lo permitían; aunado al número de asistentes. No es que en este tour no hayan ido muchas personas (entre 45 y 60 aproximadamente), simplemente ayudó mucho que no haya habido mucho ruido. Después Don Ramón se permitió un momento con nosotros y nos platicó sobre su historia en el mundo del pulque. Sobre las pulquerías que tuvo. Sobre el interesante caso de la pulquería El Gran Tecolote – que por cierto hay una especie de maqueta de dicha pulquería detrás de la barra de La Gloria que sirvió para que una niña perdida pudiera regresar a su casa en los rumbos de avenida Tláhuac, ya que ella refería vivir donde estaba el tecolote…
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El tiempo avanzaba y teníamos que ir hacia nuestra segunda pulquería también llamada La Gloria en la colonia Bellavista. Agradecimos la atención del personal de la pulquería, no sin antes solicitar que saliera a tomarse la foto del recuerdo, “pal Facebook”.
 
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Don Ramón invitó pulque a parte del tour, quienes llegaron poco después a la segunda pulquería. Al final,  todos salimos muy contentos de esta primera estancia, con la esperanza de que todavía por un largo tiempo esta pulquería pueda seguir ofreciendo sus servicios a quien así lo requiera.

A pie, nos dirigimos hacia avenida Observatorio. Pasamos justo donde ocurrió la mítica pelea de “Los Panchitos” en la película del mismo nombre, para después adentrarnos entre las calles de la colonia hacia el inmueble con la particular fachada de azulejos.

Cuenta la gente que acá en Bellavista,  hace algún  tiempo, podías caerle con suma facilidad a El Infierno, con tan sólo caminar algunos pasos más, llegar a El Purgatorio  y, terminar sin problemas tu trayecto, siendo recibido en  La Gloria. Tres de las muchas pulquerías que existieron por estos rumbos. Sin embargo, las cosas han cambiado… La única pulquería que ha resistido los embates del tiempo, de las antes mencionadas es: la Gloria.


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Al interior, ya nos estaba esperando Panchito, jicarero del lugar con su agradable sonrisa, así como Don Carlos AKA El Dientes, trabajador y mesero. Panchito nos platicó que desde muy morro llegó a laborar este lugar y de inmediato supo que su camino en la vida era ser pulquero, de eso hace ya  más de 30 años.

Los asistentes pasaron a ocupar sus asientos a lo largo del amplio espacio. Otros se dirigían al baño y la barra se veía invadida por jóvenes amantes del licor blanco, de la leche de Mayahuel, aunque no precisamente fuera de color blanco dados los sabores del curado: avena, apio y limón. Por cierto, en la  barra se destacaba un tremendo molcajete que contenía un rico pico de gallo pa’ taquear duro y tupido.
 

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Ahora sí, contando con rocola,  el asunto se empezaba a prender de lo lindo. No pasó mucho tiempo para que algunos parroquianos del lugar se integraran al ambiente que genera el tour pulquero. “Panchito, súbele a la rocola por favor”, pedían unos, mientras otros no paraban de programar sus canciones en el moderno aparato. El pulque surgía sus efectos y permitía, cada vez más,  brotar ese germen de alegría de quien lo consume.
 
 
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Mi teléfono sonaba y salí a contestar. Era una chica que nos contactó por la página del evento y que no pudo llegar a la primer pulquería por cuestiones laborales y que ahora, me preguntaba dónde estábamos para integrarse al recorrido. Después de unas breves pero claras indicaciones, llegó acompañada de su esposo y amigos. No fueron los únicos que llegaron justo en la segunda pulquería aumentando el número de asistentes.

El ambiente era realmente festivo, la gente se abrazaba, otros no paraban de bailar, otros no dejaban de tomarse fotos con conocidos y “desconocidos”, la gente iba y venía de los sanitarios, y por supuesto, otros no paraban de acercarse a la barra.  Total, era un ir y venir constante de vasos y jarras de sabroso pulque. A estas alturas toda la pandilla pulquera se sentía a sus anchas en la mismísima Gloria, irremediablemente atrapados por este lugar en donde – aproximadamente – las dos horas que pasamos, nos parecieron en realidad muy pocas para sesear nuestro apetito fiestero. El comité organizador nos reunimos de manera express para planear la manera precisa de indicar la señal, para dirigirnos a la última pulquería del recorrido. Y es que los minutos corrían y se hacía tarde. Las tres llamadas que gritó Ulises, de poco sirvieron para que los asistentes se alistaran para salir. ¿La manera? Salimos a tomarnos la foto grupal de la segunda pulquería. Todos enfrente de la fachada. En perspectiva, se veía cómo la asistencia había aumentado, incluso, una patrulla al ver a tantas personas fuera de la pulquería se detuvo a investigar qué ocurría.
 
 
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Y aunque Panchito salió cuando parte del tour ya estaba abordando los camiones para subir al cuernito donde está Las 4 milpas, una minúscula comitiva regresó para la foto con el jicarero.

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Fueron aproximadamente 3 o 4 camiones en los que subimos “rumbo a Santa Fe”. El ambiente festivo se percibía de camión a camión. En el que yo me fui con algunas personas, un payaso se subió a llevar a cabo su rutina humorística, destacando un comentario sobre la pulquería. No tardé en sacar una postal para él, por dicho comentario digamos, poco común.
 

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Así pues, llegábamos a la tercera y última pulquería de este tour, ubicada en el barrio conocido como “El Cuernito”, muy cerquita del antiquísimo pueblo de Santa Fe. Después de haber iniciado por las entrañas  de Tacubaya y de varias horas de trajín, concluíamos en este lugar, solitario rincón pulquero que ha sabido sobrevivir al extremo poniente de la ciudad.

Un par de metros antes de la pulquería, ya se veía la labor de difusión del evento en una casa cercana. Las ganas se desbordaban ante tal hecho y el paso se apresuró. Estuvimos encantados de entrar a este lugar con ese olor a fermentación entre ácido y dulce recibiéndonos de golpe. Directo de Nanacamilpa, Tlaxcala, teníamos todo este néctar a nuestra disposición. Aniceto, jicarero del lugar, no se daba abasto… la barra estaba invadida de jóvenes que pedían curado de piña o de avena y otros más aventurados, cubetas de natural.
 
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Sabíamos que la botana sería muy especial en esta pulquería, y después de unos minutos, un espectacular ceviche de camarón acompañado con tostadas se aparecía. No duró ni media hora, y es que, al probar esas tostadas sólo pude expresar dos palabras: ¡Qué sabor!

Cuál sería la sorpresa cuando después de un rato, apareció un nuevo platillo, esta vez, era ceviche de camarón, ostión y al parecer cangrejo. Las bocas con sabor a pulque y mariscos se acercaban a la mesa de la comida para repetir, eso sí, todos bien formaditos.
 
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Una rocola de las antigüitas pero muy escandalosa, fue suficiente para continuar con la diversión. El baile de parejas comenzó a aumentar hasta más no poder.  A estas alturas, los lazos de unión se intensificaron cada vez más entre los asistentes. Las condiciones permitieron que todos gustosos compartieran a una sola voz de las canciones, del baile, de sus bebidas, ¿y por qué no?  De algo más.

 Como bien lo dijeran los oriundos de Tacubaya:

Sol no entiendes lo que pasa aquí

esto es la noche,

y de la noche son

las cosas del amor…

el corazón a media luz

siempre se entregara.

 

La gente seguía llegando al tour, y claramente se observaba que éramos más que al principio. El baile colectivo, los gritos, los “¡Salud!”, los vasos que se invitaban unos a otros, la constante fila del baño de damas, etc., eran cuestiones que nos indicaban que una vez más, lo habíamos conseguido. Aniceto y su hija, no podían ocultar su alegría ante el ambiente que se había gestado en la “Gran pulquería. Las 4 Milpas”.

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 Porque hay que recordar que el propósito principal  de nuestros tours es dar a conocer a las pulquerías vivientes de la Ciudad de México, de ver como aún hay pulquerías funcionando prácticamente a lo largo y ancho de la ciudad, formando todavía parte de las tradiciones y actividades de un México contemporáneo, “posmoderno”. Si bien las pulquerías guardan una serie de elementos en común, cada una ellas es diferente, tiene sus propias características, goza de una personalidad única. Cada una ha adquirido un peso específico histórico, social y cultural que las distingue de las demás. Vale la pena visitarlas y no dejarlas morir.

 

Cayó la noche y algunos se retiraban. Otros en la mesa compartían pulque y cerveza. Aniceto nos invitó un desempance y los flashazos no se hicieron esperar. Al final,  nos dispusimos regresar a nuestras casas o tal vez a seguirla. El metro Tacubaya nos esperaba para dicho fin.
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[1] AKA El chamán de lo sexy.
[2] De hecho, desde los días previos varias personas manifestaron que como nunca habían ido al tour, eso les representaba una especie de impedimento porque no conocían a nadie. Yo les comenté que todos pasamos por ese momento: siempre fuimos primerizos y desconocidos para los demás. Al día siguiente alguien comentó en el FB: “Llegué sólo y salí con nuevos amigos”.
[3] También conocido como el murciélago magueyero.
[4] O chile en papas.

lunes, 11 de marzo de 2013

La Tlahuanca


El cuarto lunes de cuaresma en Cholula, Puebla, se realiza la misa de la Tlahuanca, que en náhuatl significa “embriaguez”, y está relacionada con la anulación de la vigilia y abstinencia ese día por ley canónica desde el siglo xii.
Según José de Jesús Luis Quiróz, uno de los organizadores, la festividad se lleva a cabo a partir de una mayordomía circular compuesta por los diez barrios de San Pedro Cholula: San Matías Cocoyotla, San Juan Texpolco, San Cristóbal Tepontla, La Magdalena Coapa, San Pablo Tecamac, San Pedro Mexicaltzingo, Jesus Tlatempa, San Miguel Tianguisnahuatl, Santiago Mixquitla y Santa María Xixitla. Cada mayordomía porta un cetro con la imagen de su santo patrón. Y año con año a un barrio específico le corresponde ser el anfitrión e invitar a los demás que funjan como “alumbradores”, quienes custodian la llama de un cirio durante la celebración.

Al medio día se concentran todos los mayordomos y caminan en procesión hacia la capilla de los naturales, acompañados de música de banda, andas con imágenes de bulto, estandartes y arreglos florales. A la una de la tarde se celebra la misa dedicada a San Pedro de las Ánimas, y al concluir se efectúa una procesión dentro de la capilla acompañada de música, cuya particularidad es el toque de un instrumento en forma de trompeta llamado tochacatl, cuyo nombre significa “caña de conejo“, y está elaborado de latón, y se toca sólo durante las celebraciones de la cuaresma.

Al concluir la procesión, los mayordomos se colocan en dos filas a los costados de la puerta de la capilla, y les son entregadas jarras con pulque a cada mayordomo son sus respectivos vasos en señal de agradecimiento y simbolismo por la fiesta de la Tlahuanca.

Desde hace tres años se ha impulsado realizar esta festividad con pulque, ya que anteriormente se ofrecían otro tipo de bebidas embriagantes. Se regalan aproximadamente 300 litros de pulque procedente de Altzayanca, Tlaxcala, y se ofrecen en jícaras elaboradas en Temalacatzingo, Guerrero. Asimismo cada barrio se organiza para preparar comida y lo comparte a la gente que los acompaña en algún lugar del atrio donde se genera un ambiente de convivencia familiar.

Texto e imágenes: Miguel Ángel Alemán Torres