jueves, 12 de noviembre de 2020

 

La civilización al mármol. La premisa del valor moral en las pulquerías.

Rodrigo García Rangel


En la segunda mitad del siglo XIX funcionarios e intelectuales señalaron a las pulquerías como "madrigueras de inmoralidad" que incubaban toda clase de vicios sociales. En consecuencia, las autoridades regularon estrictamente los horarios, instalaciones y actividades. Como parte de los cambios, en 1856 un decreto estableció una zona prohibida para abrir nuevas pulquerías. Esta área abarcaba ochenta y cinco cuadras al norte y al sur del corazón de la ciudad en la cual  el Zócalo, la Catedral y el Palacio Nacional se ubicaban. Con tal medida se buscaba “limpiar” al centro de la ciudad de las tan mal afamadas pulquerías donde fácilmente se transgredían el orden social.

Sin embargo, los comerciantes de pulque siempre buscaron de manera reiterada el regreso de las pulquerías  al centro de la ciudad. A finales de 1871 lograron que el gobernador Tiburcio Montiel aboliera el cuadro de restricción que prohibía establecer nuevas pulquerías. El 25 de noviembre de 1871, Montiel dictó una ley permitiendo dos diferentes tipos de pulquerías. Las  de "venta interior" podrían tener espacio para una barra, mesas, y asientos "como las cantinas y restaurantes". Mientras que los otros para "venta exterior" se vendiera solo para llevar y estaban obligados a tener la barra en la puerta.

La noticia del regreso de las pulquerías al centro de la ciudad no fue recibida con mucho agrado por la elite social; por tal razón, los dueños de pulquerías, con el afán de paliar tantas críticas y proyectar la mejor impresión posible, tomaron las siguientes medidas: Las  pulquerías con venta de interior o licencia mixta ya no serían esos rústicos jacalones de épocas pasadas de aspecto desagradable, ahora la higiene, el lujo y el buen gusto resaltarían en sus instalaciones para beneplácito y comodidad de los comensales.

La fuente embriagadora.- Este es el nombre de una pulquería recientemente abierta en la calle de Tacuba, propiedad, según sabemos, del señor Patricio Sanz.

Cornizas doradas, mesas de mármol, lujoso papel de tapiz como no se encuentra en muchas casas ricas, todo eso y más se encuentra en la nueva pulquería (Periódico La voz de México, página 3, 1875-09-30, HNDM).






Pero lo más importante, autoridades y comerciantes de pulque,  en busca de frenar ciertas actitudes inmorales del pasado, incorporaron la premisa del valor moral  dinamizada por el comportamiento ordenado, racional y constante en las pulquerías. El argumento social aducía que la mesura en el proceder constituía el camino ideal para la permanencia de las buenas costumbres y que la supresión de las emociones perjudiciales precavía la alteración del orden público. En este sentido, los trabajadores tendrían el empeño y la función de  propiciar entre los comensales una conducta moral ordenada en los momentos de ocio, relaciones personales, formas de hablar, modales, etc. En el último reglamento de 1871, se ponía énfasis en los siguientes puntos: no permitir juegos ni bailes, avisar a la autoridad más próxima de cualquier escandalo o desorden que haya, tener enteramente abiertas las puertas de la pulquería, no consentir acciones contra la honestidad, no recibir prendas con ningún pretexto, no guardar armas en la pulquería de ninguna clase, no guardar objeto alguno que no sea de los enseres del expendio. De la misma manera, eran obligaciones de los concurrentes: estar en las pulquerías solamente el tiempo necesario para beber el líquido que compren, no excederse en la bebida hasta el grado de embriagarse, no quebrantar ninguna de las obligaciones señaladas a los dueños y expendedores.

Evidentemente, la intención de frenar ciertas actitudes “inmorales” fue una labor consistente. Después de algunos meses, las autoridades declaraban con éxito  que los escandalosos consumos de alcohol habían disminuido, por consiguiente:

Según el axioma que ha emitido el gobierno del Distrito Federal mientras más pulquerías menos ebrios, los guardas de policía viendo aumentar el número de estos establecimientos de temperancia, se han persuadido de que no tienen que ocuparse ya de borrachos.

No tardaron en surgir los detractores a tales declaraciones. Semejante sentencia  levantarían la suspicacia de las elites poniendo en duda que las nuevas pulquerías realmente estuvieran modificando el comportamiento de los ciudadanos, su visión del hombre y del mundo, e imponiéndoles por ahí una nueva forma de moral. Para las elites el Estado “moralizador”, que no puede dar sino lecciones, y que  encuentra en la tarea de la “moralización” una salida a su impotencia no cumple cabalmente con sus verdaderas funciones.

¡ADELANTE! Del 16 al 18 del corriente, es decir, en tres días, la policía ha conducido a la cárcel a doscientos individuos. Según eso va en aumento la moralidad que ha comenzado a difundirse, como afirma el Distrito Federal, dado que las pulquerías están a sus anchas. Ni podía ser de otro modo; el hombre que se sienta al mármol y se ve en grandes espejos, está ya en camino de aborrecer el vicio de la embriaguez y de volver la espalda a las provocaciones que lo solicitan la pulquería (Periódico La voz de México, página 3, 1872-08-25, HNDM).

En fin, mientras que para  las denominadas “sociedades antivicio”, que empezaron a surgir en la década de los setentas siglo XIX como respuesta a los miedos que la vida urbana había despertado entre las elites durante los años posteriores a las reformas liberales, según sus particulares razonamientos las pulquerías seguirían siendo ni más ni menos  los viejos focos de inmoralidad; para el gobierno,  que se arrogaba la recuperación de la moral y de las buenas costumbres en la vida nacional, las nuevas pulquerías estaban logrando generar entre sus comensales una buena conducta, una coherencia entre sus pensamientos y acciones, hasta rastros de empatía y posibles sentimientos de culpabilidad.

 



 

 

 

 

 

 

miércoles, 15 de julio de 2020

La sociabilidad, ingrediente indispensable de la botana


La sociabilidad, ingrediente indispensable de la botana

Rodrigo García Rangel

Siempre será motivo de agrado ver como en algunas pulquerías de la CDMX se mantiene viva la disposición y el acierto de dar de comer. La oferta culinaria consiste en preparar diariamente y de manera gratuita platillos ligeros, sabrosos y picositos de la tradicional cocina mexicana. Este vínculo, aparentemente sencillo y espontáneo de acompañar al pulque con algún bocado, no solo tiene la función de satisfacer el apetito y el bolsillo de los comensales, sino que también forma parte de un componente social de enorme densidad.

En este sentido, gracias a una simultánea y coincidente conjunción de experiencias compartidas, el acto de comer acentúa  el papel de la pulquería como lugar donde se recrea y atraviesa de modo muy revelador el modelo humano, es el rico encuentro del hombre con su estómago y con su ambiente social. Una mesa compartida es una invitación natural al diálogo, la discusión y la aventura; donde hoy mucha gente vería una incomodidad manifiesta, en las pulquerías sobrevive el valor democrático de los lugares de encuentro  entre diferentes. Alrededor del plato participamos, celebramos, agasajamos, descubrimos y convergemos; se conmemora, se acuerda, se ríe, se dialoga, se critica, se saborean recuerdos y se tragan disputas. Sin lugar a dudas, la comida en común, compartir el pan en la misma mesa, potencia aún más los efectos multiplicadores de encuentro informal, convivencia  y cohesión social que se vive en las pulquerías.

Una imagen más que  ilustrativa la podemos encontrar en ese pedazo de universo conocido como “Los chupamirtos”, donde todos los comensales tienen igual importancia y todos tienen derecho a dar sus opiniones y contar sus preocupaciones o vivencias.  Así, podemos ver de manera cotidiana como entre bocado y bocado de unas alitas de pollo bien fritas, la simpatía paternal que don Samuel muestra por sus comensales al exponer una confidencia o chisme popular con una mezcla acertada entre golpes humorísticos y pinceladas de nostalgia, que constituyen para don Samuel una forma primaria de aliciente y convivencia extra familiar, en este caso, repetible tantas veces como  desee  ir a la pulquería; pasando por la espontanea convivencia de Javier con temas diversos de interés laboral o familiar, cuentos curiosos y unas cuantas anécdotas, en ocasiones con un lenguaje que no descarta la broma y el albur, que a todos encantan, porque hacen reír, y reírse también es bueno para la digestión; hasta el turno infaltable de doña Guadalupe, una señora de ojos saltones y dentadura postiza, que después de unos 2 litros de pulque, altera y potencia su voz para participar con una la plática bulliciosa y atrabancada sobre temas relacionados con la delincuencia, el aumento del costo de la canasta básica y de política. En los últimos días ha incluido el aborto en la lista de temas de debate, todo mientras disfruta su botana. Lo cierto es que estando con la familia pulquera los formalismos siempre se relajarán; sin embargo, el placer de compartir y estrechar lazos no se ve afectado, pues precisamente radica en estar juntos y no propiamente en el protocolo.







Pero también las nuevas generaciones  han encontrado en las pulquerías lugares para satisfacer  gustos y sociabilizar. Tal es el caso de los jóvenes  Aurelio Ramírez, de 20, y Víctor Becerril, de 23 años, ambos panaderos de oficio  y parroquianos asiduos a la pulquería La pirata. En una muestra de confianza y buena vecindad Aurelio   nos comparte: “Cuando por las tardes nos ataca la sed y el hambre es el pretexto ideal para dirigirnos a la pulcata, pues solo nos cuesta pagar el pulque y la comida resulta gratis, además que está buena y con sabor casero”. Enseguida, vemos a Aurelio y Víctor  acercase  a la barra donde se encuentra un enorme molcajete que contiene la botana del día. En un condensado ritual se  prestan a calentar su mandíbula haciendo muecas, para poder darle una suculenta  mordida a su taco de charales y después un trago a sus curados de apio. Con estómago lleno y pulque dentro, los dos amigos gustan pasar horas platicando con sus compañeros de mesa, configurando un escenario de comunicación colectiva con otros jóvenes de distintos lugres, creencias, y experiencias de ciudad. Al platicar se conocen más, se juntan, se divierten (bromean), hablan de otros y de sí mismos, dando cuenta de lo que sienten y de lo que piensan, convirtiendo a La pirata en un espacio de vida juvenil que enfatiza un lúdica  y prospera convivencia.



Estas manifestaciones de sociabilidad ordinaria, tanto en Los chupamirtos como en La pirata, son consideradas como emanaciones diversas y espontáneas, de esa necesidad humana instintiva de  relacionarse con los demás. Son pulsiones profundas de conceptos y prácticas cultivadas en la vida cotidiana, y constituyen el contenido del conocimiento de sentido común. Tienen la función objetiva de dominar el entorno, introduciendo a la gente en un contexto material, social, cultural e ideal, guiando la conducta y reasegurando la comunicación, en la medida que implican y proponen un código compartido que nombra y clasifica el continuum del mundo en que la gente vive.

Finalmente, todo tipo de relaciones personales sanas suman beneficios. El momento de compartir la comida, además de todos sus aspectos nutritivos, rituales y simbólicos es un lugar donde se establecen lazos de amistad o compañerismos, donde se refuerzan redes sociales. De ahí que el disfrutar de una típica  botana de manera colectiva, es una de las experiencias más sabrosas y auténticas que nos pueden ofrecer las pulquerías.







jueves, 5 de septiembre de 2019

¡Los periodistas de la Revista Siempre no mintieron!



Rodrigo Garcia Rangel

Por muchos años el periodista Jacobo Zabludowky mencionó que su pulquería Las mulas de siempre se habría llamado anteriormente El tecolote.

"No sé si Álvaro González Mariscal -tan cercano al Presidente López Mateos- dejó escritas sus Memorias. Pero estoy cierto de que soy el último sobreviviente de "Las Mulas de Siempre!" Jajaja. Era una pulquería que estaba en Ribera de San Cosme. Se llamaba "El Tecolote". Se la compramos al pulquero...
[…]
Me tocó llevar a Don Indalecio Prieto y a Nemesio García Naranjo. Pasé por ellos. Llegamos. Ahí estaba un viejo parroquiano en lo suyo. Nos rodeaban los "tornillos" y las "cacarizas". También las "chivas". ¡No vayas a confundirlas con el whisky! ¡El Chivas Regal! Pon mejor "chivos". Y había "camiones". Hablo de tarros para beberlo. Eran de "vidrio prensado". Se vaciaba en un molde. Y como salían tenían nombre. Los de espiral "tornillo".

Hasta hace poco, no se tenía ninguna pista sobre lo dicho por Jacobo con respecto al nombre anterior de la pulquería. Se pensaba que era mentira,  pues lo único que  existía era una litografía del siglo XIX donde se apreciaba a la pulquería con el nombre de El salón de las bellas; pero las cosas cambiaron.



Mientras Alejandro Juaréz ordenaba la biblioteca de su madre, para su sorpresa, encontró una postal de la pulquería El salón del tecolote. La postal indicaba tener la misma ubicación que El salón de las bellas.




Con esta evidencia el asunto queda aclarador: la pulquería tuvo tres nombres. En un principio se llamó El salón de las bellas, posteriormente El salón del tecolote, y finalmente Las mulas de siempre hasta su desaparición

domingo, 28 de julio de 2019

Feria del maguey, Atlzayanca, Tlaxcala


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Texto y fotografías: Ángel Alemán

Desde hace 69 años se realiza el desfile del maguey en Altzayanca, Tlaxcala, donde las 17 comunidades del municipio y los cuatro barrios de la cabecera participan cada una con un carro alegórico movido por un tractor, cuya plataforma posterior va ornamentada con magueyes y motivos pulqueros cuyo personaje principal es una mujer embajadora por cada comunidad vestidas con adornos pulqueros que van obsequiando dulces a la gente del pueblo que observa el desfile, además de que en cada carro llevan tambos llenos de pulque producido en cada comunidad que regalan a todos los presentes. El desfile va precedido por la Reina Xochtil, quien es elegida directamente por el comité organizador. En el trayecto tocan diversas bandas de viento para amenizar el recorrido que pasa por las principales calles del pueblo y termina al pasar frente a la presidencia municipal.



El desfile se lleva a cabo cada año el 25 de julio por la mañana en honor al santo patrón de Altzayanca, Santiago Apostol. La región es gran productora de pulque, donde se encuentran varios ranchos y tinacales que comercializan su producto localmente y en regiones de Huamantla, Puebla y Veracruz. Los festejos corresponden con una temporada donde predominan las lluvias. Cada embajadora de su respectiva comunidad ofrece dulces simbolizando la abundancia que habrá después de que la lluvia riegue los sembradíos y cosechen sus productos.











viernes, 28 de septiembre de 2018

Nomás no llores


Nomás no llores

Autor: Diegotsin


El que no renuncie a todo, incluso a sí mismo,
no podrá ser discípulo mío
Lucas 14, 26

“Pues hoy sí me chingo un neuhtli”, pensó Sebastián Beódez antes de meterse a la pulquería. Y es que a menudo pasaba por ahí con la intención de echarse unos tragos a la salud de su abuelo pero por esto o aquello postergaba el momento. Ahora tenía dinero y tiempo suficientes y sobre todo disposición y ganas de emborracharse en un ambiente familiar y con una bebida “más naturalita, más mexicana y más del pueblo”, sonrió.
               Los azulejos con pornografía, el aserrín del suelo, los clásicos macuarros, los típicos tizos, el mesero transexual, nada había cambiado, “como que en estos lugares no pasan los años”, se dijo a sí mismo. Pidió una jarra de pulque blanco, “que los curados son pa’ niña y turista”, y se dispuso a beber no sin un cierto gesto melancólico. El trago solitario era para Sebastián Beódez siempre un momento de introspección, quizá por eso lo había aplazado tanto, quizá por eso ahora acudía a él. Los últimos días habían sido complicados, grises, más por esa depresión y crisis existencial de pequeño burgués que por alguna razón de peso o una aflicción real.
            Pasó un rato observando a los parroquianos, evitando pensar demasiado en su soledad, sus frustraciones amorosas, su futuro incierto. De pronto escuchó una voz aguardentosa y amable que le dijo: “joven, júntese con los lucas, ¿le molesta si le invito un trago?”; Sebastián Beódez vio al viejo que le hizo la oferta: su mirada ausente, afligida, las lágrimas contenidas en el rostro, las manos temblorosas y cansadas, la ropa andrajosa, desaliñado todo él; de inmediato recordó a su abuelo y aceptó la invitación, “claro que no, a la gorra ni quien le corra”, “eso es todo, ¡Carlitos, un palo del chingón!”, gritó el viejo con el júbilo de la embriaguez. Sebastián Beódez se mostró agradecido y se sintió afortunado, eso de platicar con colegas borrachos siempre le había parecido lo más interesante de la beberecua solitaria, a veces las conversaciones podían tratar cuestiones metafísicas, otras, las más, amorosas, y las menos, aburridas o amenazantes. “Como dijo Genoveva, chingue su madre el que no beba”, exclamó el viejo una vez que sirvió los vasos de pulque; “salucita”, contestó Sebastián Beódez. Luego, como queriendo hacer plática, preguntó: “y qué dice jefe”, “nada cuando estoy callado”, respondió el viejo dejando ver su poca disposición para el diálogo.
            La misma dinámica silenciosa acompañó el resto de la tarde; Sebastián Beódez comprendió que el viejo más que buscar oídos buscaba compañía, la cual ofreció amablemente no sin un poco de intriga. Antes de partir le preguntó a la mesero por su historia: “desde que entré a trabajar lo veo diarina y huevo y no sé nada de él, en realidad nadie sabe mucho; habla muy poco el señor y cuando lo hace lo hace con chole”. Esta respuesta lo consternó todavía más, pensó que tal vez si se ganaba su confianza podía enterarse de aquello que callaba y se bebía.
            La curiosidad por saber más sobre el viejo creció en la mente de Sebastián Beódez. A los pocos días se apersonó de nuevo en la pulquería para ver si era cierto que iba diario. Y en efecto ahí estaba, contemplando su vaso, asintiendo en la nada quién sabe qué afirmaciones. “Joven, pensé que ya no volvía, siéntese”, dijo mientras le hacía lugar. De nuevo pasaron la tarde en silencio, compartiendo sólo el gusto por decir ¡salud! y el respectivo trago.
            Las visitas a la pulquería se hicieron cada vez más frecuentes, sobre todo cuando murió el abuelo de Sebastián Beódez; el viejo, que ni siquiera su nombre había revelado, de alguna u otra forma lo hacía sentirse cerca de aquél, de ese cariño no explícito pero presente, de ese pasado común y vago. Pasaron muchas tardes vaciando y llenando los vasos de pulque, llenándose y vaciándose la pulquería, en medio de la embriaguez, acompañada ésta de alguna que otra palabra incomprensible, de algún monólogo incoherente y profundo. Sebastián Beódez se convirtió en cliente asiduo; con el tiempo dejó de preocuparse por hallarle un sentido a la mudez del viejo, a su ayer, a su historia juntos.
            Casi sin darse cuenta, dejándose llevar más bien por ese soporífero frenesí que ocasiona el pulque, un día lo escuchó hablar, escuchó las palabras que se manifestaban en sus gestos, en su mirada, en su brindar, en su secreto. Y entendió por qué no decía mucho, por qué no hacía falta decir nada en realidad. Entendió que el conocimiento es una cosa rara, si no imposible o absurda, que más se aprende observando y escuchando borrachos que estudiando quién sabe cuánta tontería en la escuela. Bebiendo un poco más pudo ver todo lo que el viejo veía y sabía: comprendió que este mundo no es nuestra casa, que no es nuestra casa definitiva, que sólo venimos a soñar, que sólo un sueño perseguimos; que somos flores que se marchitan, que somos cantos que se apagan, que somos una pintura que se desvanece, una pluma de quetzal que se desgarra, un jade que se quiebra; que sólo somos un brevísimo instante, un suspiro entrecortado, un relámpago en la oscuridad, una lágrima en la lluvia; que sólo como préstamo tenemos las cosas, que nuestra existencia no es algo que se guarde, que nadie dice la verdad porque no la conoce, que todo quedará acaso en el olvido; que tarde o temprano regresaremos al mundo de los descarnados, a la región del existir problemático, donde están los sin cuerpo, el sitio del misterio; que pronto volveremos a la casa de nuestro padre, a la casa de la noche, y seremos una más de las cuatrocientas estrellas, uno más de los cuatrocientos conejos que custodian la luna, esa jarra que se llena y se vacía del pulque que cobija, alimenta y embriaga a sus hijos, que hemos venido a alegrarnos con este néctar que nació del maguey que nació del trueno; que sólo en él nuestro corazón se enamora y goza y sufre y palpita y siente.
            Esa noche la borrachera fue especialmente terrible. Sebastián Beódez sostuvo una tremenda batalla consigo mismo; la revelación hizo presa de sus creencias, de sus sentires, de sus confusiones. En el combate deambuló entre la niebla, con la mente nebulosa, nebulada, niebla de cantos, de padeceres, de fantasmas. Recorrió las calles de su pasado esquivando quién sabe qué demonios, poseído por uno peor. Se vacío de sí para mejor escuchar los mensajes del viejo, de Dios. A la mañana siguiente regresó a la pulquería, entusiasmado, aturdido por sus lagunas mentales. Y ahí estaba el viejo, murmurando el nombre de aquél tugurio como en el misterio doloroso de un rosario fúnebre: Nomás no llores. Entonces Sebastián Beódez entendió la lección por completo y se entregó a ella: poco a poco se fue desprendiendo de aquello que lo ligaba al mundo, de todo lo que lo hacía permanecer en él. Se olvidó de sus aspiraciones, de su memoria, de su razón, de sus responsabilidades, de sus amigos, de su familia, de todo... menos del pulque y del viejo, incluso después de muerto.
            Así pasó los días en el antro cósmico, templo y púlpito, bailando con la flaca, toreando rayos de luna, en las arengas de su ministerio etílico, hasta que cierta tarde vio entrar a un joven solitario, de mirada ausente, afligida, y algún suspiro reprimido en el pecho. Lo observó un rato: el llanto esbozado en el rostro, las manos temblorosas y sucias, la ropa medio andrajosa, desaliñado todo él. “Joven, júntese con los lucas, ¿le molesta si le invito un trago?”, dijo mientras contemplaba en el cristal del vaso su reflejo.

viernes, 10 de agosto de 2018


El chinicuil

Información de Octavio Cruz

CICLO DE VIDA DEL CHINICUIL

El chinicuil es la oruga de una polilla nocturna, por lo tanto pertenece a una etapa temprana antes de su total desarrollo.

Las polillas, al igual que las mariposas, pertenecen a la familia de los lepidópteros –orden perteneciente a las mismas - por lo cual se desarrollan similarmente.

Para lograr su completo desarrollo estos insectos constan de cuatro etapas las cuales presentan cambios importantes para la vida de los mismos pues cada estado es una mutación importante para lograr llegar al estado adulto:

Primera etapa: El Huevo, estado embrionario.
“El huevo es un objeto diminuto, redondo, óvalo u cilíndrico, generalmente con costillas de multa y otras estructuras microscópicas.

La hembra une el huevo a las hojas, a los tallos, u otros objetos” para difuminarlo cuidándolo de sus depredadores, “generalmente encima de o cerca del alimento previsto de la oruga”. (http://www.kidsbutterfly.org/life-cycle/spanish [consultado 29/febrero/2011])

Lo que lograra la supervivencia de estos al pasar a la siguiente etapa.

Segunda etapa, La oruga o larva: 
“De los huevecillos nacen pequeños gusanos llamados larvas, que se alimentan del ambiente en donde estén” (Maravillas de la Biología, Martínez. Cortes. Lujan, Mc Graw-Hill Intertamerica Editores S.A de C.V.1999 página 24.)

“Es la etapa de la alimentación y del crecimiento. Mientras crece, suelta su piel cuatro o más veces para adaptar a su cuerpo creciente”.(http://www.kidsbutterfly.org/life-cycle/spanish[consultado 29/febrero/2011])

Durante esta etapa a este en particular lo llamamos “chinicuil”, se alimenta de las raíces del agave para después profundizar en su centro jugoso y llegar algunas veces hasta las pencas.

Para desarrollarse en la etapa próxima, el chinicuil tiene que sobrevivir sesenta días para alcanzar su madurez y pasar a la siguiente transformación.

Tercera Etapa: La Crisálida “Permanecen muy quietas y se recubren de una sustancia que ellas mismas producen, dentro de esta cubierta, el gusano se transforma mucho hasta convertirse en un insecto adulto” (Maravillas de la Biología, Martínez. Cortes. Lujan, Mc Graw-Hill Intertamerica Editores S.A de C.V.1999 página 24.).

La crisálida es la transición donde el chinicuil excreta un tejido blanquecino parecido a una telaraña y se interna en el mismo, en esta transición los tejidos del chinicuil se transforman en las estructura madura que dará origen a una polilla.

Etapa Final: Estado Adulto
El adulto es la polilla que se suele ver.

“Es la etapa reproductiva y móvil para la especie. Los adultos experimentan el cortejo, acoplamiento, y la postura de los huevos. La etapa de la mariposa o la polilla adulta es también cuando emigra o coloniza hábitats nuevos”. (http://www.kidsbutterfly.org/life-cycle/spanish [consultado 29/febrero/2011]).

Es una polilla nocturna y sigue conservando la cualidad fotofílica, por lo cual se establece en raíces y tallos de estructuras que no tienen mucha conexión con la luz y donde el ciclo se 

repite una vez colonizada esta área.

viernes, 3 de agosto de 2018


A petición de un seguidor bastante intrigado sobre la excomulgación que sufrió el pulque en la época colonial, les compartimos el único texto conocido al respecto. Se trata de una publicación titulada la Representación del pulque del periódico La Orquesta del sábado 18 de julio de 1868. La Orquesta, si bien fue un periódico de oposición y denuncia (sus editores visitaron varias veces la cárcel), su principal característica era su estilo cargado de buen humor. Considerando que no se conoce algún otro documento relacionado sobre este tema,  es muy probable que tal vez  la supuesta excomunión nunca existió.

Rodrigo García Rangel





REPRESENTACION DEL PULQUE

El Ciudadano Pulque Blanco, de esta vecindad y comercio, por sí y en nombre de sus menores hermanos, de Piña, de Tuna, de Naranja, de Almendra, de Apio, etc., etc., ante el ayuntamiento de México, comparezco y digo: Que no es posible por más tiempo soportar la persecución de que yo y toda mi familia somos víctimas desde hace ya muchos años, sin que haya habido para nosotros cambios en nuestra triste y vergonzosa situación, que cada día es más angustiosa. Creados y nacidos en este país, era natural que esperásemos una decidida protección de parte de los gobiernos nacionales, y que como el vino en España, gozásemos los pulques en México de todas las consideraciones debidas a patriotas como nosotros, que ni de grado ni por fuerza han podido hacernos salir de nuestra patria para servir a los extranjeros. Los vinos de todas partes gustan de ir orgullosos a lucir en tierras lejanas su mérito, y requieren, para dar pruebas de su bondad, permanecer en el rincón de una bodega muchas generaciones; nosotros no queremos ser catados sino por los mismos que viven bajo nuestro cielo, y no necesitamos el transcurso de los años para dar prueba de nuestra bondad, sino que luego luego estamos listos para todo servicio. Respecto a nuestro amor por la Reforma, basta saber que hemos sufrido terribles persecuciones por parte del clero, hasta haber llegado el caso de haberse excomulgado nuestra venta en el año de 1617, poco más o menos, por el arzobispo de México. Y después de tanta constancia y de tantos sufrimientos, después de que somos los más francos contribuyentes, ¿cuál es el pago que se nos da? vamos a verlo brevemente. Relegados a los barrios de la ciudad los expendios de pulque, el centro ha quedado enteramente a merced de nuestros naturales enemigos el Cognac, el Brandy, el Ajenjo y otros, que sin más razón de privilegio que no ser del país, gozan de toda clase de franquicias. ¿Por qué razón se consiente en las calles principales un expendio de licores embriagantes que se llama la Montaña de nieve, la Estrella l de Oro, la Gran Sociedad, el Gran Bazar, y se prohíbe otra que se  llama el Triunfo y la Resistencia, los Amores del Turco, el Recreo ' de los Amigos, o la Gran Sebastopol? Las pulquerías se han de cerrar a las cinco, los días de trabajo, los de fiesta a las tres, no se puede tomar allí lo que allí se vende; el mostrador ha de estar pegado a la puerta, no se consienten músicas, ni reuniones, ni aun vendedores de comida. Y en cambio, en donde se expenden licores extranjeros, hay mesas, y sillas, y música, y reuniones, y se platica, y se bebe, y se consienten comidas, y están abiertos los establecimientos de día y de noche, y se colocan en donde mejor les parece. Será porque sólo va allí gente de levita? pero que permitan pulquerías de lujo, y también concurrirán allí los de reloj, porque altos dignatarios toman en su casa pulque, y bellas damas deben su color de rosa a nuestras buenas cualidades. Así apoyados nuestros enemigos por el gobierno, han logrado desprestigiamos a tal grado, que sólo un loco pudiera decir a un amigo suyo, siendo, (por ejemplo) los dos diputados: "¿vamos a tomar un vaso de Tlamapa?" cuando es así que no tiene escrúpulo en invitarlo a tomar en casa de Plaisant un Ghincoptel. Sin embargo, en el hogar doméstico cambia la cuestión de aspecto; se prescinde de ese empeño de parecer franceses, ingleses o yankees, y el marido más encopetado le dice a su mujer: "Hija, toma pulque, porque ya te ha dicho el médico que sólo así te alivias de los nervios y te pones sana." ¿Por qué se nos expulsa de la ciudad, como los leprosos de la edad media? Porque el pulque embriaga. Pero el Cognac, y el Catalán, y el Chinguirito, no? Lo mismo, y puede que peor. ¿Por qué a uno porque se llama Pontones, o Garnica, se le impide lo que se consiente a otro porque se llama Fulcheri o Plaisant? ¿Por qué los de chaqueta, y los que ni aun eso usan, no han de poder tener su pulquería, como los aristócratas su borrachería, en donde haya mesas, y sillas, y periódicos, y música, y tertulia? Y el charro lleve a su china, y la siente, y diga con mucho taco: un helado de pulque de piña, un vasito de curado de almendra? Entonces no habría desorden, y si lo había, para eso es la policía, que tendrá más que ejercitar su paciencia y su actividad. Ya suponemos que se reirán los concejales, pero no deben olvidar que todas las ideas nuevas provocan risa, y así se reirían nuestros padres, si se les hubiera dicho: por la casa de Ejercicios de la Profesa ha de pasar una calle, y en un patio del Convento de Nuestro Padre San Francisco ha de haber circo, y bailes, pero bailes de los más buenos. En fin, no quiero cansar la atención de esa Municipalidad, que mucho que hacer tiene ya con D. Manuel Delgado; y sólo diré por mí, y en nombre de mis hermanos, que para el mal trato y desprecio con que se nos mira, sería bueno que dejáramos de existir siquiera por quince días, como en tiempo del sitio, y entonces qué de apuros en la Aduana, qué de aspavientos de las doncellas viejas, qué aflicciones del gordo y rubicundo empleado, que no puede pasársela sin nosotros, qué deprecaciones del robusto y bien acondicionado confesor, y de sus hijas de sacramento; entonces veríamos si el vino o el licor suplían en las arcas públicas, o en las barrigas privadas, el inmenso vacío de la falta de pulque, despreciado y perseguido por todos los ayuntamientos, desde Cortés hasta nuestros días.
Por tanto, al ayuntamiento pido provea y acuerde en justicia. PULQUE. (La Orquesta. México, sábado 18 de julio de 1868.)